¿QUIÉN ES?
Llegó a la Funlam a cubrir una licencia de incapacidad y aquí se quedó. Se describe como una persona perfeccionista, organizada, puntual y con gran sentido del humor. Le apasionan las personas que hacen de su vida un festín, que se ríen, y vibran con lo mínimo. “A mis años aún me pongo colorado cuando me ponen en evidencia… eso me coloca en apuros a cada instante, pero bueno… Los estudiantes dicen que soy regañón, estricto y exageradamente “cositero” lo que luego agradecen porque se dan cuenta que es en beneficio de la formación”.

¿QUÉ QUIERE?
Alexánder no duda un segundo en decir que quiere que su familia esté muy bien siempre en todos los aspectos y para ello se ocupa de que pase. Es creyente y trata siempre de ayudar a quien lo requiere; de pocos, pero excelentes amigos, por lo que valora mucho una buena amistad. Le gustaría viajar y conocer culturas; su sueño es conocer Roma y conectarse espiritualmente en este lugar. Admirador de su mamá: “Es una mujer sencilla, pendiente de todo y cercana, siempre tiene una solución para todo y eso lo valoro mucho” y enamorado de sus sobrinos Paulina y Santiago.

¿QUÉ LO HACE VIBRAR?
Al responder esta pregunta, Alex dice: “Las enfermedades terminales creo que son mi talón de Aquiles; me movilizan las personas con diagnósticos delicados: eso me parte; creo que lo he sabido sobrellevar y superar poco a poco; cuando las personas crecen y se superan es maravilloso. Ahí está el rostro de Dios… eso me hace sonreír”. Disfruta vivir pues está seguro de que cada día es un regalo que hay que sentir y degustar.

¿PARA DÓNDE VA?
Se visiona como un profesional liderando procesos de transformación social al interior de la Universidad y por fuera de ella. Ha tenido la oportunidad en el 2015 y el 2016 de estar en Estados Unidos acompañando procesos de intervención con familias y considera que fue una experiencia bella y emocionante; eso le da tranquilidad frente a lo que hace.