Bienestar Institucional
Reflexión Pastoral
Universidad Católica Luis Amigó
Capellanía Universitaria
Manizales, 21 de abril de 2020
Mis queridos hermanas y hermanos todos: Paz y Bien
Con mi saludo y afecto nacido en el viejo y siempre nuevo corazón amigoniano, que en nosotros se hace nuevo cada día, mis mejores deseos y mi actitud orante para que el Señor Jesús cuide de cada uno de ustedes y de su entorno familiar y afectivo.
Me atrevo a escribirles, no como deber, ni compromiso institucional, sino como necesidad cristiana sentida en el servicio de la Pastoral de la Universidad, que en esta ocasión más que nunca, quiere hacerse corresponsable del acontecer diario de la amada Universidad Luis Amigó.
Quiero vivir con cada uno de ustedes esta experiencia de dolor grande, de carencias materiales, de ausencias afectivas, de multiplicación del trabajo a distancia, de miedos y angustias frente al futuro incierto que generará esta pandemia, de desorganización en nuestras rutinas personales y familiares, de preocupaciones nacidas de las incertidumbres laborales, del cambio inusitado y que nos encontró sin preparación para una nueva metodología de estudio y de servicio… y en fin, de cada una de las situaciones que, miradas desde el separarnos de nuestras cuidadas zonas de confort, se han convertido o pueden llegar a convertirse en una tremenda amenaza.
Mi palabra en esta comunicación, quiere ser invitación a un cambio de mirada. Y no un cambio caprichoso, sino una mirada nueva que nazca de nuestras reservas interiores, aquellas que no utilizamos sino en casos de urgencia de vida, esas en donde hasta los que se llaman descreídos, invocan el auxilio de un Dios con el que ya no cuentan en sus vidas. La invitación, en definitiva, queridos compañeros de camino universitario, y hermanos en la fe compartida, es una mirada desde otra perspectiva, una mirada hacia el optimismo, hacia el ver en este acontecimiento de muerte, la grande oportunidad que seguramente algunas generaciones no podrán tenerla, tal y como se nos ha presentado.
La nueva mirada nace del pasaje evangélico de San Juan en el capítulo tercero cuando, un hombre respetable, de nombre Nicodemo, reconocido como maestro en la comunidad, con la vergüenza propia de los que: creen que todo lo saben, que todo lo tienen resuelto, que de alguna forma se sienten por encima del bien y del mal y que hasta en el terreno deleznable de sus creencias se sienten seguros, en la noche, no en la ausencia de luz, sino la ausencia de la luz de su interior, busca a Jesús y le dice: “¿Cómo puede un hombre, volver a nacer, siendo ya viejo?
Es la pregunta que posiblemente nos estemos haciendo en este momento, cuando, como lo dijo el Papa Francisco en su impresionante silenciosa oración en el Vaticano: “Todos estamos sobre la misma barca… necesitamos es remar todos en la misma dirección”; todos estamos viviendo el mismo peligro, las mismas urgencias, las quejosas necesidades (algunos materiales, otros emocionales y otros, espirituales), el mismo vacío y ausencia de luz frente al próximo futuro. En este momento en donde, pareciera que al fin estamos sintiendo que somos iguales: en la fragilidad, en la vulnerabilidad, en las flojeras y en los miedos, nos hacemos preguntas: “Qué será de nosotros, que será de mi estudio en la universidad, qué será de mi trabajo, cómo voy a pagar mis deudas, qué haré para la matrícula del próximo o próximos semestres, será que me darán trabajo apenas termine esta calamidad, qué pasará si me enfermo o se enferma alguien de mi entorno familiar, cómo nos irá a ayudar la Universidad… y muchas más preguntas, todas equivalentes a la formulada por Nicodemo a Jesús.
Y aquí queridos compañeros de la misma barca, quisiera proponerles para su reflexión el cómo hacer, para que de verdad, podamos remar todos en la misma dirección. Esa es la nueva mirada, es el nuevo horizonte, si se quiere el nuevo paradigma de vida que podamos proponernos… partiendo de esta fragilidad, vulnerabilidad, carencia… de esas preguntas que todos nos hacemos y que manifiestan nuestra humana condición, partiendo de ahí, les invito, y esta es la GRAN OPORTUNIDAD, para cambiar de paradigma, para cambiar de mirada. Esa es la respuesta dada por Jesús, a la pregunta formulada por Nicodemo: TIENES QUE NACER DE NUEVO, TIENES QUE NACER DE LO ALTO.
Si mi punto de partida es la fragilidad humana, estar todos en la misma barca, el nuevo paradigma, la nueva mirada es entonces: remar todos en la misma dirección. ¿Cuál es la novedad?
Si continuamos aferrados a los paradigmas materialistas del poder-poseer-prestigio, que se corresponden con la autosuficiencia humana, con la vanidad del sentirme diferente y superior a los otros, del querer tener-saber más y más, para dominar a los demás, (que se corresponden con las grandes urgencias del mundo),si continuamos en ese camino, estaremos remando en direcciones diferentes, hacia el naufragio.
La propuesta de Jesús, “nacer de nuevo, nacer de lo alto” significa descubrir mi humana fragilidad, mi pequeñez, mi necesidad de Absoluto y desde ahí, escuchar una voz interior, la de Dios, que susurra en mi oído: Sí es posible comenzar, recomenzar siempre y de nuevo, a pesar de…
¿Qué nos hace falta?: cambiar la dirección de nuestra mirada. Volver a Dios. Él nos enseñará, si nos hacemos sus discípulos, nos guiará, si escuchamos su Palabra, nos fortalecerá, si desnudamos nuestra fragilidad ante Él, así aunque por vergüenza, lo hagamos en la noche de nuestra vida, para que no nos digan “biatos”.
¿Cómo sabré que estoy mirando en la dirección correcta, la de Dios?: algunos tips que pueden servirnos para examinar mi ser y descubrir si estoy en Dios o continúo como antes:
1. ¿Cambié la percepción sobre mí mismo. Ya no soy el prepotente, soy el necesitado, el frágil, el vulnerable?
2. A los otros que están a mi lado, ¿los descubro como hermanos que hacemos el mismo camino, no como mis rivales o mi competencia?
3. A todo lo creado, ¿lo siento parte de mí, me ayuda a ser más humano?
Dando respuesta a estos tips, sabré si Dios ha llegado a mi vida; y entonces, esta pandemia será algo que también pasará; sentiré que el Señor Jesús es mi vida y si Él es mi vida, cuidará de mí, mi futuro estará en sus manos, por lo que nada tengo que temer.
Tenemos todo este tiempo, para que en vez de verlo como tiempo en el que nos obligan a recluirnos y aislarnos, sea un tiempo para mirarnos a los ojos, sentirnos en el mismo barco, encontrar juntos estrategias que nos conduzcan en la novedad que vendrá después de esta calamidad y… especialmente, tiempo para volver a Dios, de una nueva manera, para nacer de nuevo y mirar la vida con ojos nuevos.
Un abrazo del alma y bendiciones abundantes, comprometiéndome con ustedes para acompañarlos en su soledad, hablándole al Buen Dios de: sus vidas, anhelos y proyectos futuros.
Fr. Marino Martínez P. tc
Capellán Centro Regional Manizales